El liberalismo de Bolívar no es el liberalismo
idealista y romántico de muchos de sus contemporáneos, sino el mitigado por un realismo político y el contextuado
histórico y sociológicamente en nuestras endebles e incipientes repúblicas. Por
ello, propone reformas sociales (eliminación de los títulos nobiliarios y sus
privilegios, abolición de la esclavitud negra y de la servidumbre indígena);
reivindicaciones económicas (como la reforma agraria con la entrega de tierras a los
indígenas y a los integrantes del ejército libertador); regeneración cultural y
moral (estimulando la educación popular e impulsando la
vigilancia de la moralidad pública y ciudadana); y las
transformaciones políticas, con un adecuado mecanismo
electoral y sistema de representación. Todo ello lo lleva a formular su
permanente reclamo por "unidad-solidez-energía" (Cartagena 1812),
como criterio para gobernar nuestros nacientes sistemas políticos.
Un gobierno republicano lo entiende Bolívar como un
gobierno constitucional, legítimo, justo y liberal (Jamaica 1815), pero no
"perfectamente representativo". Debería ser un "gobierno
paternal", de tendencia humanitaria y de contenido social. Hoy diríamos,
un Estado social de derecho con un
Ejecutivo fuerte y efectiva justicia social. Esta ideología política le acarreó
a Bolívar muchas incomprensiones y enemistades, que provenían aun de
independentistas que también se llamaban republicanos.
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